Fuente Álamo, 1978.

El trabajo de esta artista se interesa por la memoria pero no como una reconstrucción imposible de lo perdido o un árido trabajo de catalogación, sino como una tarea que da cuenta precisamente de la dificultad de toda rememoración. Su trabajo supone una intensa reflexión sobre la fragilidad de la memoria y a la vez sobre la propia identidad, las conexiones intergeneracionales, la muerte y el olvido. Utilizando el vídeo casi como una fotografía, éstas como mapas o índices y unos dibujos minuciosos, en Concha Martínez Barreto hay un uso complejo y ambiguo de las técnicas. Como si quisiera ralentizar la velocidad y la facilidad al servicio de una temporalidad en la que el instante es a la vez fugacidad y permanencia.

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